jueves, 17 de enero de 2013

Profecías sobre Francia


Cristo ama a los franceses. Es el grito que se nos escapa al considerar las previsiones sobre esta nación.
En Francia, todo es exorbitante. El escándalo y la religión. Cuando se pone a dar cátedra de perversión y de sutilezas paganas, los Franceses crean las amantes de Versalles, las guillotinas de la Revolución, la sorna de Voltaire, la erudición de los enciclopedistas, las bestias de lujo, los modistos de Christian Dior, y el amor natural en los cabarets y en los campos nudistas.



Cuando un día, hicieron la guerra, los Napoleónidas, fueron los guerreros más brillantes, Carlo Magno y Napoleón, Roldán y Petain, forman esa casta de hidalgos y de nobles de las armas.

El pueblo meridional y latino lleno, de gracia para las cosas de la tierra, está bautizado en Reims, por aquella mano paternal de San Remigio. Al bautizar a Clodoveo, y a la flor de sus guerreros en la noche de Navidad del año 496, fué bautizada toda Francia. En la pila de Bautismo de la Catedral de Reims, nació el pueblo francés, como un día naciera el Imperio Español en la gruta de Covadonga, bajo la sombra de la Santina.

De Reims, partió la primera profecía augusta sobre Francia. De ahí, brotaría la gestación del título de "Hija Predilecta de la Iglesia", porque en el Bautismo de Reims, como en el Sinaí, Dios, hizo alianza eterna con Francia.

San Remigio, el bautizador de los Francos en Reims, dijo así a Clodoveo y a todos los nobles de las Galias:

"Sabed Hijo mío, que el Reino de Francia, está predestinado por Dios, para la defensa de la Iglesia Romana, que es la única verdadera Iglesia de Cristo. Este reino, será algún día grande entre todos los reinos de la tierra, y abrazará todos los límites del Imperio Romano, y someterá a su cetro, todos los demás reinos, hasta el fin de los tiempos, y será victorioso y próspero, mientras permanezca fiel a la fé romana, y no cometa uno de esos crímenes que arruinan las naciones; pero será duramente castigado, cuantas veces fuera infiel a su vocación..."

Piadoso y caballeresco, este pueblo de las Lises y de los Cruzados, tiene doce santos de la familia Real, en los altares. Tiene aquella heroína campesina, una de las pocas mujeres de la historia, que siendo guerrera, ha sido una "Pucelle" en los altares: Santa Juana de Arco, Misioneros consagrados desde Teresita de Lisieux hasta el Cardenal Lavigerie y Carlos de Foucauld. Hombres que fueron la gloria de muchos siglos, como Bernardo y Francisco de Sales; caritativos admirables como Vicente de Paul y San Andrés Fournier. Penitentes como el Cura de Ars, y Benito José Labre. Este pueblo, lleno de Abadías y de Catedrales, tiene el rigorismo de los penitentes y la Gracia de los Místicos.

Francia será terriblemente destrozada, pero al mismo tiempo será el signo de la contienda y de la purgación universal. La humilde criada francesa María Terreaux, nos lo señala:

"Un gran combate se libraba al mismo tiempo, la carnicería fué horrible, la sangre formaba arroyos en la llanura, en la Guillotera sobre el puente. En la Calle de la Barra, fué espantoso el combate y vino como a ceder a la entrada de la plaza Bellecoeur. Casi todos los malos perecieron. Poco después, oí una voz dulce y agradable, que decía: "Todo se ha salvado".

He visto a hombres que venían del gran combate diciendo: ¿Cómo hemos podido escapar de esta carnicería? Unos se tocaban el pecho, otros el costado, encontrando con admiración cruces, medallas y reliquias, por lo que exclamaban: ¡Ah! mi mujer ha sido, mi hija, mi hermana, quienes las han puesto en nuestros vestidos, y esto es lo que nos ha preservado, y se convirtieron.

En el momento, en que sea castigada Francia, de esta manera tan terrible. TODO EL MUNDO LO SERA TAMBIEN. No se me ha dicho cómo".

La profecía está explícita hablando de Francia. Después de Francia, seguirá el castigo al mundo. Primero vendrá la revolución. Después la destrucción de París, sin saber qué hacer, se volverán a las armas y vendrá la terrible guerra civil. La misma María Terreaux, nos lo sigue explicando :

"Habrá un momento de anarquía horrible, durante la cual se renovarán todos los desórdenes de los tiempos más malos. El crimen, sin represión, llegará a su colmo. Mas éste tiempo de desolación será corto. La Santa Iglesia, será atacada por tercera vez, con una furia y con una rabia inaudita, pero en esto sufrirá muy poco, mientras que sus enemigos se verán aniquilados en su totalidad. PARIS SERA REDUCIDO COMO SODOMA Y GOMORRA, y lo que quede de sus habitantes, se refugiarán en gran parte en Lyón. Los Bretteaux de Lyon, foco de abominación y de revoluciones, serán sumergidos en las aguas, mas Lyon se salvará por intercesión de la Santísima Virgen. Francia, se verá en un momento amenazada por todas las partes por las potencias extranjeras, sin que se sepa en el interior. La sorpresa y el espanto que causará esta noticia, infundirá el terror en el pueblo Y OCASIONARA LA ANARQUIA Y LA GUERRA CIVIL. Los extranjeros penetran en Francia y avanzarán hasta las cercanías de Lyon. La hora del gran acontecimiento será anunciada por los rayos y relámpagos de un trueno tan violento que parecerá desquiciarse en sus cimientos. Un gran combate tendrá lugar cerca de Lyon. Casi todo lo que quede de los malos, allí perecerá".

Mariana Galtier, nos pone en aviso. Primero Francia. LUEGO TODO EL UNIVERSO. La profecía concuerda con todas las demás sobre dicha nación:

"Cuando viereis la guerra entre Francia y Alemania, podéis decir que es el comienzo de la tercera y última plaga.

¡Ay! por tres veces, ¡ay! Francia. Tres veces ¡Ay! de Alemania, Tres veces ¡Ay! de Italia!

Francia dividida entre sí, carecerá de todo auxilio. El ángel no meterá la espada en la vaina, sino hasta haber castigado a todas las naciones.

En el tiempo de las uvas, habrá un gran combate entre París y Lyon. Las desgracias de Francia serán tan grandes, que muchos morirán por el espanto.

En esta guerra, el que creyere vencer, será vencido. Francia se verá tan apurada por falta de hombres y de dinero, que carecerá de lo más necesario. Más esto, no será largo".

El famoso padre Nectou S. J., muerto el 12 de julio de 1772, en olor de Santidad, es considerado por uno de los grandes profetas de los jesuítas. Dijo así:

"Se formarán en Francia dos partidos que se harán la guerra a muerte. El uno será, más numeroso que el otro, pero triunfará el más débil. Habrá entonces un momento tan espantoso, que se creerá llegar el fin del mundo. La sangre formará arroyos en algunas ciudades, se revelarán los elementos. Será un remedo del Juicio Final.

Una gran multitud perecerá en esta catástrofe, pero no prevalecerán los malos. Tendrán sí, la intención de destruir enteramente la Iglesia, pero no se les concederá tiempo para ello, pues este período será de corta duración. En el momento en que se crea todo perdido, TODO SE SALVARA".

Sor Natividad, religiosa franciscana, recibió esta visión profética explicada y comentada por Nuestro Señor:

"Aquellos vapores groseros que se levantaron de la tierra y que oscurecieron la luz del Sol, son los principios irreligiosos y de libertinaje, que producidos en parte por Francia y en parte venidos del extranjero, han llegado a confundir todos los principios, y a esparcir por todas las parte, tinieblas, y a oscurecer hasta la lumbrera de la fe y de la razón. La Tempestad se ha dirigido hacia Francia. QUE DEBE SER EL PRIMER TEATRO DE SU ESTRAGO, después de haber sido su foco". "El objeto que se aprecia bajo la nube, figuraba la revolución. Veo la Nueva Constitución que se prepara a Francia. Os parecerá venir del cielo, aunque no se formó sino de los vapores de la tierra; no lo habéis conocido bien, sino viéndolo según su forma y sus proyectos desastrosos. Así mismo, la Nueva Constitución, parecerá a muchos otra cosa de lo que es. Se le bendecirá como un presente del Cielo, aunque no sea sino un presente del Infierno, permitido por el Cielo en su justa Cólera. Por sus efectos, será preciso reconocer al Dragón, que quería destruirlo todo, y todo devorarlo".

La Madre del Bourg, fundadora de las hermanas del Salvador, en Limoges, durante el reinado de Luis Felipe, oyó estos vaticinios de Nuestro Señor:

"Iban creciendo tanto los crímenes de los hombres que si no los castigaba, serían en adelante, más terribles los azotes. María en medio de ésto, abogaba siempre por la Misericordia. Tratábase de Francia. Los ángeles exterminadores, espada en mano, no esperaban sino la señal para herir la tierra. María, se volvió hacia los Santos de Francia y los animó a que hablasen por su Patria, habiendo habido entonces, un tratado entre la Justicia y la Misericordia. La Justicia castigará, mas intervendrá la Misericordia y seremos salvos. Habrá una crisis terrible, pero se me ha dicho que después conducirá el Señor al Príncipe Deo-Dato".

Más tarde la Madre Bourg, escribía con acentos proféticos en 1857;

"Ved ahí, a donde hemos llegado. Los castigos del Señor, van a caer sobre nosotros, en diversas maneras. Azotes, desórdenes, sangre. Habrá en nuestra Francia un desorden terrible. Sin embargo, aquellos días serán abreviados en favor de los justos".

Máximo, uno de los videntes de La Salette, dijo despues de las visiones:

"Los dos tercios de Francia, perderán la fe, el otro tercio, la conservará pero no viva".

El Santo Cura de Ars, había profetizado a ciertos particulares.

Uno de los confidentes el hermano Gaben, reprodujo, en su forma personal algunas cosas que el Santo le confió. Aunque el contenido es de una forma literaria no común en el Santo, sin embargo la sustancia tiene algo de verdad profética que sintoniza con este asunto:

"Esto no durará. Creerán que todo está perdido y Dios los salvará. Será un signo del Juicio Final. París, será demolido e incendiado, pero no en su totalidad. Esta vez, en todas las partes, se batirán como buenos, pues la primera vez (los franceses) no se batieron bien; pero entonces, cómo se batirán! ¡ Oh! como se batirán! Ellos los enemigos dejarán que París sea pasto de las llamas y se alegrarán de ello. Pero serán derrotados y se les cazará de veras".

Célebre, entre todas las profecías de Francia, es la de San Juan Bosco. Tiene tres partes, La Primera va dirigida a Francia, la segunda al Papa, la tercera a Italia. He aquí la que corresponde a Francia:

"La vigilia de la Epifanía del corriente año 1870, desaparecieron todos los objetos materiales de mi cuarto y me encontré en presencia de cosas sobrenaturales. Fué cosa de breves instantes, en que vi mucho. Si bien, todo lo vi bajo formas sensibles en apariencia, apenas puedo describirlo con signos exteriores. Dá una idea lo que sigue. Es la palabra de Dios, acomodada a la palabra del Hombre.

"Del Sur viene la guerra, del norte la paz. Las leyes de Francia no reconocerán ya al Creador, y el Creador se hará conocer y la visitará TRES VECES con el látigo de su ira.

En la primera, abatirá su soberbia, con la derrota y el saqueo y el estrago en las cosechas, animales y hombres.

En la Segunda, la gran prostituta de Babilonia aquella a quien los buenos llaman suspirando, el Prostíbulo de Europa será privada de su jefe y presa del desorden. ¡París! ¡París! en vez de armarte con el nombre del Señor, te rodeas de casas de inmoralidad. Ellas serán por tí misma, destruidas; el ídolo tuyo, el Panteón, será reducido a cenizas, a fin de que se cumpla: "La mentira se ha mentido a si misma". Tus enemigos, te reducirán a la angustia, al hambre, al terror, y a la abominación de las naciones. Y ¡Ay! de tí, si no reconoces la mano que te hiere. Quiero castigar la inmoralidad, el abandono, el desprecio de mi ley —dice el Señor.

En la Tercera, caerás por mano extranjera. Tus enemigos verán desde lejos arder tus palacios y tus casas en ruinas bañadas en la sangre de tus héroes muertos. . .

Las promesas para Francia, son más halagadoras en la Profecía. Algunas de ellas son condicionadas. Por todo lo que se les promete y por todo lo que ha de ser castigada, Francia, tiene en perspectiva una predilección de parte de Dios.

La madre María de Jesús, del convento famoso de Oiseaux, nos cuenta una notable promesa profética sobre Francia, comunicada por Nuestro Señor:

"Francia siempre es muy cara a Mi Divino Corazón y a éste le será consagrada. Más es necesario, que sea el mismo Rey quien lo haga. Consagrándole su persona, su familia y todo su Reino y que como ya le tengo dicho, haga que se eleve un Altar como el que se elevó, en nombre de Francia, en honor de la Santísima Virgen. LE PREPARO A ESTA NACION, UN DILUVIO DE GRACIAS PARA CUANDO SE HAYA CONSAGRADO A MI CORAZON DIVINO Yo dispongo todas las cosas y Francia será consagrada a Mi Divino Corazón y experimentará toda la tirra las bendiciones que derramaré sobre ella. La fe y la religión, reflorecerán en Francia por la devoción a mi Divino Corazón".

En otra visión más tarde, Jesucristo se presentó con Miguel Arcángel, quien le dijo a Sor María de Jesús:

"Haz saber, que no se levantará Francia, sino hasta que se le gobierne, como Dios quiere".

Más tarde, la vidente de Oiseoux, describía una visión de una cueva llena de blasones pontificales. La Iglesia llena de paz y de gloria. En ella el Corazón de Jesús aparecía de una manera adorable. Entonces Jesucristo le dijo: " De aquí saldrá todavía para Francia, la Gracia y laPaz".

En la Abadía de benedictinos de Dissentis, se encuentra una Gran Profecía, que abarca, desde antes de la Revolución Francesa, hasta el final de la Gran Tribulación. Dice así al final:

"En aquel tiempo, habrá una guerra general entre las potencias de Europa, se restablecerá en Francia la dignidad real, y triunfará la Iglesia de Jesucristo; en fin, se aniquilará en Helvetia, la tiranía. Serán de ahí expulsados, la impiedad y la injusticia".

De gran consideración fué la alocución profética que san Pío X, hizo en el año 1911 a los Cardenales Franceses en la entrega del capelo Cardenalicio, Dice así:

"¿Qué os diré a todos vosotros, queridos hijos de Francia, que gemís bajo el peso de la persecución?"

El pueblo que ha hecho alianza con Dios en las fuentes bautismales de Reims, se convertirá y volverá a su primera vocación.

Sin duda, sus culpas, no quedarán impunes, pero la hija de tantos méritos, de tantos suspiros y de tantas lágrimas, no perecerá jamás. Un día vendrá y no ha de tardar, en que Francia, como otra vez Paulo,en el camino de Damasco, será envuelta por la luz Celestial y escuchará una voz que le dirá: "¿Hija mía, por qué me persigues?" y a su respuesta: "¿Quién eres tú, Señor?", la voz explicará: — Yo soy Jesús de Nazareth. Te es duro cocear contra el aguijón, porque tu terquedad, tu misma te arruinas. Y Ella trémula de asombro dirá: "¿Señor, Señor, qué quieres que haga?" Y El: Levántate, Levántate de tus impurezas que te han desfigurado, despierta en tu seno, los sentimientos dormidos y el pacto de nuestra alianza y vé Hija Mayor de la Iglesia, vé nación predestinada, vaso de elección, vé a llevar como en el pasado, mi Nombre delante de todos los pueblos y los reyes de la tierra".

Este es el mensaje de predilección sobre Francia. El tiempo empieza a bordar los primeros pasos de la Gran Catástrofe.

Uno de los acontecimientos más pavorosos y catastróficos, ha de ser en Francia y en el mundo, LA DESTRUCCION DE PARIS.



En las Profecías y en los mensajes, tiene un nombre que ya de por sí significa destrucción y abominación. A París se le llama Babilonia. Y dá una sensación tremebunda, al considerar los puntos de contacto entre las dos grandes ciudades. La Babilonia de Nabucodonosor, estaba considerada como una de las ciudades más hermosas del mundo.

París la intoxicante París, que se te mete por los poros del alma, en una osmosis de dulce paganismo, no tiene rival, por su clase y su alma, su estilo de palacios y museos simétricos y grandilocuentes. París, la hija mayor del infierno moderno, tiene la atracción del vicio y del abismo, embellecidos por el escándalo de las bestias rubias, y el sprit gracioso y sugerente, de sus chulos, de los bohemios artistas de todas las artes, y los millonarios de todos los rincones del mundo, que ponen una nota de aristocracia y de senilismo romántico. ¡Ah! montmatre, Clychy, los Campos Elíseos y los paseos otoñales con grandes recuerdos a los Mariscales y a las célebres batallas!...

Babilonia tenía un río que era el alma de la ciudad. El Eufrates. Dividía la ciudad en dos riberas, por entre las cuales florecían las grandes aristocracias babilónicas, con sus palacios y sus jardines flotantes llenos de imperio.

París está dividido por esa arteria noble y ondulante del Sena. En sus orillas, cuántas exposiciones de pintores noveles, cuántas parejas enamoradas contemplando el mar del amor tan amargo y tan profundo. Cuántas librerías de viejas ediciones y de colecciones príncipes; cuánta mariposa volando tras las torres gemelas de NotreDame. Turistas y estudiantes, junto a las célebres puertas de San Denis; cuánta nostalgia viajera desde sus orillas y desde su torre Vigía, la Torre Eiffel, Babilonia fué el centro de una cumbre de bailarinas exóticas, de guerreros cortesanos, de millonarios asiáticos. Emporio de arte, constelación amurallada de grandes legiones, ciudadela de fastuosos festines, oráculo y Sibila de los pueblos.

París, tan grande como sus modistos y sus perfumes, tan exótico como los príncipes orientales, que vienen de incógnitos, tan cortesana como una esquina penumbrosa en un jardín de Versalles, tan mecénica, como Atenas, llena de pintores, de existencialistas bohemios, de compañías y legiones de aventureros arribistas. Couplé y Ballet, madrigal y plegaria en los divos y en los novelistas atormentados... Veámos lo que dicen las profecías múltiples, sobre la desdichada París.

Ana Catalina Emmerich, estigmatizada religiosa de Westfalia, muerta en 1824, tiene una profecía sobre París:

"En una de aquellas regiones, creí haber percibido una gran ciudad, que estaba particularmente dada al vicio y cuyo suelo se hallaba todo minado. Una multitud de demonios activaba ahí la obra de la destrucción; su trabajo subterraneo había ya avanzado activamente, y me pareció la ciudad a punto de hundirse, en lugares donde se elevaban grandes edificios, muchas veces, pensé EN PARIS..."

En una gran cartuja se recibió el año 1860, esta notable descripción profética, de la desgraciada París, dice así:

"Paréceme, Padre mío, que vi estallar la revolución de una manera terrible; parecíame ver salir de repente masas armadas en todas las calles de París y de otras partes; vi a los bandidos interrumpir los ferrocarriles y a todos aquellos que no habían tomado de antemano sus precauciones, condenados a permanecer en sus casas siendo muchos degollados en ellas".

Mariana Galtier, nos describe como caerá París, y señala a los justos la atención de la hora:

"La Gran Prostituta, será DESTRUIDA POR EL FUEGO'.
"El ángel del Señor dará aviso a los justos de París".
"Nadie sabrá de dónde haya venido el fuego. Todos los malos perecerán".

El famoso Padre Jesuíta Nectou, nos describe, la caída de París:

"Durante este trastorno espantoso, que al parecer será general y no tan sólo en Francia, PARIS SERA ENTERAMENTE DESTRUIDO. Será tan completa la destrucción, que pasados 20 años, los padres se pasearán con sus hijos sobre las ruinas, y para satisfacer a sus preguntas, les dirán: "Hijo mío, aquí hubo una gran ciudad, Dios la destruyó por causa de sus crímenes".

De la célebre profecía de San Cesáreo, sacamos el mismo asunto: 

"Horrible chis, chás, de armas! El hierro y el fuego. Encierran la Babilonia de la Galia, que cae EN UN GRAN INCENDIO ANEGADA EN SANGRE... Después, la segunda ciudad del reino y además, otras, serán destruidas..."

La conocida religiosa de Belley, anuncia cuándo será la Gran Desolación de París. Dice así la profecía, que parece una crónica de los acontecimientos:

"Aun parece que triunfan los insensatos, ellos se ríen de Dios; se cierran los templos, huyen los Ministros del Culto Divino, ha cesado ya el Gran Sacrificio.
¡Ay, Ay! de la ciudad corrompida! Aparece un nuevo año. El Gran pontífice muere. Ya no se entienden. ¡Huid hijos de Dios, Huid ! Ha llegado el día de los muertos !
¡Qué confusión! ¡El fuego, la sangre, el hambre, todo el infierno ! ¡ Ay, Ay ! Tres veces más. ¡ Ay, de la ciudad de sangre !¡Ay de la ciudad de la herejía! ¡Ay de la ciudad del crimen !
"Los malos quieren destruirlo todo! Sus libros y sus doctrinas inundan el mundo. ¡Ha llegado el día de la Justicia! ¡Veo al mundo humillarse y caer al aspecto de Aquel a quien se desconoció!"

La Venerable religiosa trapense, muerta en santidad en 1828, y bajo la autoridad del canónigo de Nantes. Padre Theard, resumía así la catástrofe, profeticamente :

"Vi la capital, París incendiada, saqueada, asolada, A esta vista me espanté de manera, que creí que íbamos todos a perecer. El trueno retumbaba siempre en los aires, pavorosamente, cuando oí una voz: 

"No temas, no. ¡Mi ira caerá sobre quienes han encendido mi cólera! Pues en un momento desaparecerán.

Todo el mundo se pasmará al saber la destrucción de la más hermosa y más soberbia ciudad. Digo soberbia por sus crímenes. Es para mí abominable.

Los dos árboles, que has visto, ella, los ha engendrado. Sus ramas representan todas las Naciones que han emponzoñado su filosofía perversa, mediante la cual, esparce la impiedad por todas las partes. Tal es, esa maldita Babilonia, que se ha embriagado con la sangre de mis santos : élla quiere derramarla todavía y dentro de poco, la de un Príncipe. Pondrá el colmo a esas terribles maldades. Y yo la haré beber el vino de mi cólera; todos los males juntos, caerán sobre ella en un instante. Ya no oí más la voz, pero sí un ruido espantoso. La Gran Nube, en cuatro partes, cayó de un gran golpe, sobre la Gran Ciudad, y en un instante QUEDO CONVERTIDA EN FUEGO. Las llamas que la devoran, subían hasta los aires y en seguida, no vi sino un vasto terreno negro como un carbón".

Esta es la historia trágica a la luz de las profecías. Hay como unas treinta y cinco profecías, que confirman la destrucción de París, por el fuego, desde la profecía del Monje del convento del Premol, que profetizó los destinos de Europa desde el 496, hasta el final del Siglo XX. Este monje desconocido, predijo que el gran período revolucionario, empezaría el año 1870 y acabaría en una fecha no indicada del siglo XX.

Casi contemporáneo de Catalina Emmerich, es el Abate Soufrand, El predijo:

"Durante todas estas calamidades, París será destruida, y tan completamente, que un carro pasará sobre sus ruinas, sin tropiezo alguno".

París, sentenciada desde La Salette, avisada por San Juan Bosco, llorada por tantos videntes, espera su hora ciegamente envenenada.

¡Lloremos por París y por sus muertos desconocidos!.