viernes, 17 de febrero de 2012

Palabras desde Atenas por Pedro Olalla

Viendo la situación dramática en la que se ha visto inmerso el pueblo griego y con la imagen de los recientes disturbios ocurridos en la inmediaciones del parlamento nacional de Grecia aún en la retina, les traigo este discurso extenso pero muy descriptivo de la realidad que ahora mismo está sucediendo en Grecia y que presumiblemente se extenderá por todos los países del mundo.

El escritor y helenista Pedro Olalla reflexiona desde Atenas sobre la situación que vive Grecia entendida en un contexto global- Quiero grabar unas palabras para todos los que me escucháis desde España o desde otros lugares, unas palabras urgentes que dirijo a mis amigos desde Atenas, desde esta Atenas cada vez mas herida...

Transcripción completa del audio 'Palabras desde Atenas'



Quiero grabar unas palabras para todos los que me escucháis desde España o desde otros lugares, unas palabras urgentes que dirijo a mis amigos desde Atenas, desde esta Atenas cada vez mas herida.

Quiero informaros de una situación que nos atañe a todos y que, por su gravedad, está consiguiendo que, en los últimos tiempos, cualquier otro asunto de los que nos ocupan, parezca casi una frivolidad.

También quiero pediros algo importante pero voy a dejarlo para el final porque confío que no es importante esperar cinco minutos.

En los últimos tiempos, el discurso político y mediático de España y de otros países europeos ha sido decir, en tono de alivio, que “nosotros no somos Grecia”, que “nuestra cuenta de resultados es mejor”, y que los griegos en el fondo, se merecen lo que ahora les pasa por ser vagos, díscolos, propensos a huelgas y manifestaciones. Esperemos que -ahora que la marea está llegando a España y a otras latitudes, ahora que comienza a recortase allí sueldos, pensiones, derechos y prestaciones- los españoles y los europeos sopesen mejor su juicio sobre Grecia y tomen conciencia de la verdadera naturaleza de la situación que nos amenaza a todos, y de su verdadero alcance.

¿Qué es lo que está pasando? En términos históricos, lo que está pasando, es que quienes controlan en el mundo el poder financiero, se están haciendo con el poder político a través de la creación y de la explotación de la deuda. Y que lo están haciendo con la connivencia de nuestros gobernantes y ante la incapacidad de una reacción organizada de los ciudadanos. Por eso, el problema de Grecia no es un problema de carácter local, es la cara visible en Europa de una tragedia que nos afecta a todos: el progresivo desmantelamiento del Estado y de la democracia por parte de los agentes de la globalización económica.

Lo que está pasando es muy grave, porque cuando las fuerzas económicas y financieras hayan conquistado por completo el poder político, desaparecerá la política como ejercicio de soberanía, la democracia será sólo una grotesca quimera y, gobierne quien gobierne, seremos todos esclavos de un puñado de magnates del dinero.

Resistir como ciudadanos frente a este proceso es el sentido profundo de todas las movilizaciones que, desde hace año y medio, ocupan día a día a gran parte de los griegos. El pueblo griego está dispuesto a hacer sacrificios y muchos, pero poco a poco se está dando cuenta que todos los sacrificios que se le exigen y se le impone no van encaminados a acabar con un sistema perverso sino a alimentarlo y a perpetuarlo.

¿Por qué? Porque el plan de rescate organizado por el núcleo duro de la UE y del FMI que se nos impone como única y desesperada solución ante la bancarrota segura, es un plan diseñado para salvaguardar el beneficio de los especuladores, para minimizar sus riesgos y para abrirles el camino a apropiarse de la riqueza nacional. No es en absoluto un plan para aliviar la situación del país, ni para generar desarrollo, ni para redistribuir justamente la riqueza de todos; muy al contrario, es un plan para que injustamente la riqueza de todos siga fluyendo cada vez hacia menos manos.

Vamos a ser claros: lo que se nos presenta como crisis es en realidad un ataque económico organizado y lo que se nos presenta como “deuda” es un producto cuidadosamente diseñado como arma de sometimiento que da continuidad al colonialismo y perpetúa la misma violencia.

Uno de cada cinco dólares de la deuda mundial se lo debemos al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial. Para quien tenga nociones de Historia Contemporánea, son de sobra conocidas las prácticas de estas instituciones en los países donde han operado hasta el momento. Si no, que se lo pregunten a América Latina, al África Sub-Sahariana, al Magreb, a los países del sureste asiático o a todos los del llamado Tercer Mundo, que, durante las últimas décadas, viven desangrados por un proceso creciente de acumulación de deuda, mientras pagan por ello al Primer Mundo, siete veces más de lo que reciben en concepto de ayuda al desarrollo.

Estas instituciones actúan como intermediarias financieros, haciendo que a través de sus créditos, los inversores tengan mayores garantías de cobro frente a los países en los que invierten. El objetivo de los “inversores”, ya se sabe, es cobrar. Pero como inversores privados no tienen ninguna garantía de que los países en los que invierten produzcan los esperados beneficios, y que el cobro llegue a hacerse efectivo: Están sujetos al riesgo de la apuesta, y el derecho al cobro se limita tan sólo a una parte de los beneficios, nunca, claro está, a una parte del patrimonio del país en el que invierten.

Así pues, para cobrar con garantías, su objetivo es introducir en el país un agente de cobro capaz de transformar la especulación privada en deuda pública. Y esto es lo que hace desde su fundación el FMI. Para conseguir esto, hay que conseguir la connivencia de determinados políticos Y esto es lo que han conseguido en Grecia. (6,20)

Ahora, gracias al “efecto conversor” del FMI, Grecia ya no le debe dinero a los especuladores privados directamente sino a otros estados, lo que hace el impago más complicado.

Y ahora hay que responder a esta dudosa deuda con el sudor de los contribuyentes y lo que es mas atractivo para los inversores, con la riqueza nacional que el propio gobierno se ha encargado de comprometer como aval más allá de lo inalienable en el texto de los protocolos que hace poco acaba de firmar.

Vamos a ver: ¿Es Grecia el país mas endeudado de Europa o del mundo, como quieren hacernos creer desde hace tiempo? ¡ Por supuesto que no!.

En “deuda externa en millones de dólares”, ocupa el puesto 18; en “deuda externa en relación al PIB”, ocupa el puesto 9. Y en “deuda per cápita” ocupa el puesto 15, muy por detrás de Francia, Alemania, Inglaterra o Suiza, e incluso, a bastante distancia de España. Tampoco ocupa el primer puesto en cuanto a endeudamiento privado, ni en cuanto a gasto público, ni siquiera en cuanto a número de funcionarios. Eso sí, es el país de Europa con mas alto índice de precios al consumo en artículos de primera necesidad, y la mayoría d ellos griegos llevan mucho tiempo teniendo que recurrir a la familia, al pluriempleo y al trabajo precario para poder llegar a fin de mes.

¿Qué es entonces esa deuda? Esa deuda en nombre de la cual Grecia está siendo obligada a controlar el mayor préstamo de la Historia de la Humanidad es en un 90 % bonos del Estado. Y los bonos del estado no son exactamente deuda, son mecanismos de inversión libremente negociables en el mercado de valores, es decir, apuestas con dinero en las que se puede ganar o perder, y en esto hay una gran diferencia. (7,14)

Actualmente el capital que se mueve en préstamos a nivel mundial es de 1.000 billones de dólares, de mil billones de dólares, mientras que la producción anual del planeta es sólo de 57. Esta abismal diferencia es la que explica la causa de este “endeudamiento” en el mundo. Esa causa no radica en el déficit real, sino en la “necesidad” que apenas 1.600 grandes inversores tienen de “explotar” ese capital.

Las últimas décadas, económicamente hablando, hemos construido un mundo que no sólo es injusto sino absurdo. Sin embargo, ¡parece que hay que hacer todo lo posible para que no se venga abajo!. Así, sin ir mas lejos, hace apenas dos años, Grecia rescató a los bancos con 70.000 millones de € ,de los contribuyentes, dicen que para evitar desastres mayores. Y ahora hay que rescatar también al sector financiero, nuevamente con el dinero de los impuestos de los contribuyentes. Mientras tanto, -atención!-, el 50 % del dinero que se mueve en el mundo lo hace a través de compañías de off-shores creadas en paraísos fiscales para evadir impuestos y para tener el total anonimato de sus propietarios. Solo en Grecia operan mas de 4.000 off-shores y en los diez últimos años, se han fundado en el mundo mas de un millón de estas empresas, inventadas por los especuladores anglosajones (8,40)

Hoy los golpes de estado los dan los financieros. Al pueblo griego, siguiendo los dictados de la Comisión Europea, del Banco Central Europeo y del FMI, se le suben los impuestos, se le recortan los sueldos, se le expulsa del trabajo, se le arrebatan conquistas sociales y sanitarias, se le impone la privatización de sus empresas estatales, se le obliga a poner en manos de inversores extranjeros, la riqueza nacional de su país, se le fuerza a comprar armamento a sus acreedores y se le pide, encima, que pague “tasas solidarias”. Mientras, está subvencionando a los bancos y ni siquiera se plantea la imposición de una mínima tasa del 0.1% sobre las transacciones financieras internacionales, una tasa con la que se podrían recaudar anualmente mas de 600.000 millones de €, -mas de la supuesta deuda griega-, sin tocar el bolsillo de los contribuyentes ni el hambre de los pobres. Pero esto no se hace, debe ser inmoral.

Mientras el mundo funcione así, ni los políticos ni los financieros tiene autoridad moral para imponer los sacrificios que pretenden.

¿Y qué podría hacerse? me diréis. ¿Qué es lo que no se hace? Ante todo, a lo que está llamada la ciudadanía europea, si es que existe, en Grecia, en España y en todos los países de Europa, es hacer frente común contra el abuso, es exigir a los gobiernos que frenen a los especuladores o que se vayan a casa. Que obliguen a los inversores a asumir el “riesgo” de sus descabelladas operaciones en vez de acudir en su auxilio con el dinero público cada vez que sea necesario para que siempre salgan ganando. Hay que pedirles, en definitiva, que gobiernen para el pueblo que les confía el poder y no para sus propios intereses. (10,24)

En el caso de Grecia, la ciudadanía europea debe apoyarle a negarse al reconocimiento de esa deuda. Cualquier plan de renegociación de la deuda será para terminar en quiebra y sometidos a las condiciones de los prestamistas. Todos, no sólo Grecia.

El camino del endeudamiento es un pozo sin fondo como ya ha demostrado repetidamente la historia.

Así pues, hay que exigir que cambie la práctica política actual, hay que detener de inmediato el pago de la deuda, hay que esclarecer el origen y la naturaleza de esa deuda, ver si hay culpables de delito entre los responsables del endeudamiento y determinar con precisión qué parte de esa abultada cantidad no es sino una “deuda odiosa”, contraída contra los intereses de la población de un país con el completo conocimiento del acreedor, de acuerdo a como se definió, de acuerdo al concepto que EEUU acuñó, en su propio beneficio, tras la guerra con España por la independencia de Cuba.

Y una vez esclarecido todo esto, una vez castigados los culpables, se decidirá entonces, con serenidad y justicia, por medio de qué préstamos, de qué ventas o de qué nuevas medidas, habrá que hacer frente a la deuda legítima.

El déficit real del país en la última década es sólo un 4% de esa supuesta “deuda”. Una de esas medidas, por ejemplo, podría ser reclamar, contundentemente, las indemnizaciones de guerra a que Alemania fue condenada a pagar a Grecia tras la II Guerra Mundial y que -pese a la ocupación militar, las deportaciones masivas a los campos de exterminio y los mas de un millón de muertos-, aún no han sido satisfechas. (12,00)

Otras medidas, mas económicas y menos “históricas” serían, para empezar, prohibir la operación de empresas off-shores en suelo griego, bloqueando sus bienes y obligando a sus accionistas anónimos a identificarse y a tributar para poder desbloquear su propiedad. Es probable que la mayoría de ellos no se atrevieran siquiera a dar la cara.

También habría que exigir a los bancos que devolvieran su rescate. Habría que imponer tasas a las transacciones financieras internacionales, tasas justas sobre los vergonzosos depósitos en Suiza y en otros paraísos fiscales. Toda una serie de medidas tributarias para evitar el verdadero fraude que se produce a través de la banca, de la bolsa y de las off-shores.

Y junto a todo esto, habría que replantear la propia relación con la UE y con una moneda, el euro, que está diseñada con criterios neoliberales para la conveniencia prioritaria de Alemania y de algunos otros socios.

Si no reconocemos la deuda nos echaran de los mercados por un tiempo, nos boicotearan en lo posible pero también nos ahorraremos el dinero de la especulación con los bonos y salvaremos gran parte de la riqueza nacional que está yendo hacia los grandes grupos de inversores.

Solo los intereses de los bonos para el año en curso, son de 16.000 millones, lo mismo que se dedica a educación y sanidad en Grecia.

Si no reconocemos la deuda, en vez de alimentar la especulación, podremos hacer frente al déficit, podremos respaldar la economía real del país, aliviar la presión sobre los ciudadanos, revitalizar el comercio y fomentar el ahorro. Y sobre todo, nuestros sacrificios -que serán muchos- sí serán entonces para echara abajo un sistema injusto y para construir otro mejor.

Y ahora, llegados al final de estas palabras desde Atenas, es cuando deseo pediros algo importante. Que ante los abusos de la globalización económica, ayudéis a globalizar también la resistencia.

La sociedad europea está muy dormida y muy acomodada en la gestión política de sus deficientes democracias, y sin embargo, necesita con urgencia hacerse progresista en sus convicciones y reaccionar con decisión ante los nuevos golpistas. Combatir con eficacia la injusticia y la ignorancia, en vez de encubrirlas o de favorecerlas de acuerdo con oscuros intereses. Y esto debe hacerlo por el bien de todos y porque quienes disfrutamos mas que otros de la libertad, del bienestar y de la cultura, tenemos esta deuda moral con el resto de la humanidad.

Si, reconozco que soy “anti-sistema” porque no entiendo cómo, en un mundo en el que cincuenta empresas acumulan mayor riqueza que cien países, alguien solidario pueda seguir siendo “pro-sistema”. Creo que en los tiempos en que vivimos, nuestro “sistema” necesita mas que nunca disidentes. Gente dispuesta a pensar alto, a sentir hondo y a hablar claro.

Un abrazo muy fuerte desde Grecia.

Transcripción realizada por el colectivo "La mediterrània-2"